El espejo de mi habitación reflejaba la luna de la puerta de mi armario que, al estar levemente ladeada, podía verse en ella la imagen del espejo del lavabo, en este se reflejaba un espejo de mano que estaba encima del tocador, encarado de nuevo hacia el pasillo su reflejo se deslizaba esta vez hasta el comedor donde se empotraba en la cristalera del mueble bar -bebía un sorbo de whisky en una botella de Jack Daniel’s- y salía dirigido hasta un portarretratos vacío del que rebotaba en una maravillosa carambola hasta el espejo del salón y de ahí salía disparado por la ventana.
Fue a parar al escaparate de la tienda de enfrente y de este a un espejito de una mujer que estaba empolvándose la nariz; estornudó, cruzó la calle y se reflejó en un gran espejo que transportaban dos hombres, el reflejo de este vagó perdido tres manzanas hasta encontrar una tímida gota que caía de una fuente, rebotó en ella, luego en unas gafas de sol de un hombre con prisas, desde ahí impactó en el retrovisor de un coche que iba a 120 por hora y que reflejó por una mínima fracción de segundo a una mujer con vestido rojo chillón.
Y esa es la historia de como la imagen de esa mujer entró aquella tarde en mi habitación.
[imposiblenoexisto]
