Esta es la historia de un náufrago extasiado llegado a una isla. Tras meses de congoja y eternos atardeceres y desasosiegos, cansado ya de si mismo, vislumbró un efímero brillo al que en principio no prestó atención, entretenido como estaba pensando en el lugar del que partió, todo lo que dejó atrás, con vocación de insistencia pues no podía quitárselo de la cabeza ni un solo instante.
Al fondo, en la bahía, con sus últimas energías confundiéndose con la luz y la memoria, observó cientos de botellas. Pensó que podrían ser deshechos de la civilización arrastrados por la deriva. Decidió abrir una, y dentro había un teléfono móvil. Entonces comprendió en toda su dimensión el significado de la palabra progreso.