El pez mordió el interrogante ¿ y quedó atrapado por la duda. El no sabía que había sido absorbido por la circunvolución del misterio, por el desamparo existencial de la conciencia, por el influjo que obliga a un interrogante abierto a encadenarse con otro que cierre su destino ¿La sinfónica entonación de las preguntas? ¿Esa tonadilla que acompaña la duda? ¿Esa cancioncilla que perturba las afirmaciones más viejas?
Cuando se pica en el anzuelo tipográfico se abre una expectante necesidad de continuación hacia un final, todo principio queda pendiente de su simetría mortífera para otorgarse sentido. El ¿pez queda suspendido en el sedal y con su redonda boca de anfibio ambiciona morder su propia cola hasta completar en rigurosa contorsión escamática su propio ciclo vital.
Pero el interrogante muerde al propio pez que está inmerso en el océano de las dudas y ese flujo opaco de líquido burbujeante se cuela por una espiral insólita de signos de interrogación que tiende a la eternidad.
Maelstrom en un vaso de aspirina efervescente o rendido a la imaginación ya jamás puede aceptar la superficie con su marea de olas y adioses que marea la realidad. Necesita comprender. El pez mordió el interrogante y se pregunto a sí mismo: ¿Pez?
[imposiblenoexisto]