Una vez me casé con una mujer, pero le cayó una bomba en la cabeza y se quedó sorda. Le compré un sonotone whisper-XL esperando que así recobrara el oído, sin embargo el efecto de la radiación le hacía sintonizar Radio Zimbawe y cuando se ponía de pie se oían cánticos de extraños rituales para la fecundidad y la caza. A partir de entonces decidí escribirle lo que le quería decir en una pequeña pizarra y ella lo leía absorta e ilusionada. Fue nuestra época más feliz.
Un trágico día se acabó la tiza y ya nunca volvimos a entendernos. Yo intenté decirle las cosas haciendo muecas y gestos pero ella era muy mala adivinándolo. Luego pensé en escribirle cartas, pero era muy triste ver como el cartero le traía el sobre donde yo le pedía que me acercara la sal con varios días de retraso. Creo que eso definitivamente rompió nuestra relación.
Ella me pidió el divorcio, pero le dije que yo no lo tenía. Ese mismo día le pedí que se casara conmigo, ella me explicó que eso era imposible porque ya estábamos casados y entonces me pidió que si podía ir a hacerle un recado, yo le pedí dinero y ella me pidió que, por favor, no mintiese. Así que, al final, yo le acabé pidiendo el divorcio y resulta que lo tenía ella pero no sabía donde lo había puesto, lo encontró entre unas cajas y me lo dio.
Me dijo que hablara con su abogado, un tipo muy pesado que tenía un conversación monotemática basada en fenómenos astrales. Yo hacía ver como que le escuchaba mientras él iba explicando como se formó el universo y porque la tierra giraba alrededor del Sol y cuales eran sus estrellas favoritas.
Creo que nunca llegamos a hablar sobre el divorcio y por eso seguí varios años casado con mi mujer sin vernos.
Un día me llegó un sobre lleno de pelos, estaba seguro de que era ella y creo que quería decirme algo, probablemente, que se acababa de depilar. Yo le mandé una carta con unos huesos de pollo dentro para hacerle saber que no había perdido el apetito, sabía que ella lo entendería. Y así fue porque unos días más tarde recibí otro sobre con un pañuelo perfectamente planchado en su interior.
Me estaba insinuando que, aunque estuviera comiendo bien seguro que mis camisas estaban mal planchadas. Y era verdad, decidí ser valiente y sincero y le mandé un poco de pelusilla de debajo de la cama. A los pocos días ella se presentó en mi piso con una fregona en la mano. Nos besamos e hicimos el amor y una limpieza general del apartamento.
Habíamos encontrado nuestra forma de comunicación ideal. Nunca más volvimos a separarnos pero, al ser arrollada por un tren perdió una uña del pie y cuando se ponía tacones le costaba seguir mi paso paseando por el parque.
[imposiblenoexisto]
