A los árboles les gusta viajar pero no pueden.
A las nubes les gustaría dar fruto y sembrar una semilla en cada gota de lluvia.
Las semillas querrían no crecer nunca para no tener que madurar,
los niños, en cambio, sueñan con hacerse mayores,
los adultos sueñan con volver a ser niños o con hacerse ricos,
los ricos desearían que el dinero pudiera comprar la felicidad.
La felicidad quiere ser eterna,
la eternidad desea un final feliz.
Los finales siempre desean volver a empezar.
El Ave Fénix, por su parte, querría ser un simple pollo a l’ast,
los planetas, en cambio, quieren dejar de dar vueltas a un Sol.
El fuego sueña con tener sed
y los camellos anhelan la ingravidez de un ínfimo granito de arena;
los granitos, por supuesto, desean ser montañas.
Las montañas correr los 110 metros vallas en menos de 9 segundos,
y los segundos pasar despacio
El tiempo quiere ser un bloc de notas que cuenta historias,
los lápices, mosquitos avinagrados que pican en cada coma y contagian memoria.
Los amnésicos recordar su pasado,
el pasado ser un robot desalmado que viaja en el tiempo y hace helados de vainilla post-modernos,
Los helados fundir un polo de amargura,
y desean los polos alcanzar su polo opuesto,
Desean los enamorados dormir la noche de un tirón.
Los insomnes sueñan que sueñan,
los que duermen sueñan despertar,
los despertadores no quieren madrugar.
Y a quien madruga dios le tiene reservado un largo día.
Y los dioses quieren ser humanos,
y los humanos quieren tantas cosas que no saben lo que quieren.
Pero un árbol -harto de tantos sueños- alza su falda de hojas, saca sus raíces del suelo y se pone a viajar.
[imposiblenoexisto]
