Recorre el viento del trazo de tu mirada el recto camino de la frase que insólita avanza al unísono que la voz muda del escritor. Un viaje mental absorbido en redondeadas líneas contorsionistas, un discurso a las paredes.
El propio autor en miniatura recorre la senda del sonido del texto subiéndose por cada palabra, zapateando sobre su estructura de letras, saltando los rabitos de las tes y las eles, las des y las bes y subiéndose a las Mayúsculas. Una carrera en busca de significados que hace ruido al pasar. A veces ruido a asfalto de bolígrafo, a veces ruido a eco en el fondo de un abismo de neuronas, a veces ruido a teclas de claqué y algunas veces música.
Todo esto en el más absoluto de los silencios y con ningún testigo a tiempo real que pueda desmentir la coartada perfecta de ausencia del escritor. Nadie paró en cada punto a meditar la continuación de la secuencia o. El abrupto cambio a otro parágrafo. Releído desde lejos alguien podrá sospechar profundamente que todo estaba previsto desde siempre y que aquello nació escrito. Que las consonantes y las vocales tienden a un caos ordenado para reducir el mundo a un paralelepípedo a rayas.
De todas formas, al final todo queda cerrado en una persiana que no deja ver más allá de esas planas ventanas escritas. Aunque, de vez en cuando, se cuele algún rayito de luz por el hueco dejado entre dos palabras en una especie de error o azar tipográfico.
[imposiblenoexisto]