En el momento en que estaba a punto de clavar el cuchillo en su corazón todo resultaba grotesco. Volvamos cinco minutos atrás cuando él le comentaba con ironía sarcástica lo rica que estaba la cena. ¿Justificaba ese comentario que veinte años antes él le prometiera amor eterno?
¿O que a los veinte años y doce horas del día de su boda ella estuviera entre rejas? Cuarenta y tres minutos antes un policía resultaba herido en una oreja en una detención en un domicilio conyugal. Doscientos años después, en el lugar donde estaba la casa habría un centro comercial con parking aéreo para poder dejar el coche espacial.
Y en la sección de congelados una pareja de ingenuos enamorados se comprometerán en matrimonio para el resto de sus vidas. Sin embargo, mientras el cuchillo se clavaba en su corazón, ella sentía como una especie de desoladora venganza liberadora. Él, en cambio, notaba un dolor agudo en su pecho.
Cientos de miles de años antes, un diminuto ser primitivo se dividía en dos partes que poseían el irresistible impulso de volverse a juntar. Pero entonces no existían los cuchillos, ni casi tampoco los corazones. El día del juicio ella estaba preciosa con un traje negro de seda y sus gafas oscuras. Dieciséis años y un día después, tras cumplir la condena, visitaría su tumba y lloraría como una niña mientras su puño apretaba con fuerza una daga hacia el centro mismo de su corazón todavía enamorado.
[imposiblenoexisto]