He aquí otro componente del <<milagro>> sueco: el <<Kooperativa Förbundet>> (Unión de Cooperativas), cuya historia es asimismo la historia del progreso y del constante aumento del nivel de vida en este civilizadísimo país, done los obreros visten de etiqueta las noches de gala, donde el rey Gustavo Adolfo VI no se asombra si los fotógrafos le retratan mientras, a gatas, hurga en las necrópolis etruscas durante sus vacaciones en Italia, donde un Primer Ministro murió de infarto en el tranvía cuando, a medianoche, regresaba a su casa de una reunión política, donde el actual Primer Ministro pasa las vacaciones en el extranjero pernoctando en campings. En este país, donde no existe un Lumpenproletariat y, es más. no hay ninguna clase social a la cual pudiese aplicarse la expresión <<proletariado>>. ¿Proletario el fontanero que acude al trabajo conduciendo su hermoso coche? ¿Proletaria la pequeña dependienta que va a Capri para las vacaciones? ¿Proletario el metalúrgico que posee un chaletito con muebles racionales?
Tanto esos <<proletarios>> como el Primer Ministro y algunos miembros de la Casa Real son miembros -junto con 1.300.000 ciudadanos más- de la Unión de Cooperativas, que, además de regir un millar de tiendas llamadas <<Konsum>>, posee una veintena de fábricas, tres compañías de seguros, un Banco, siete molinos, extensas granjas modelo y el mayor semanario ilustrado de Suecia.
Esto significa que un ama de casa de cada tres efectúa gran parte de su compra en tiendas de las cuales es copropietaria, y que a menudo venden artículos producidos por fábricas de la cuales también el ama de casa es copropietaria a través del <<Kooperativa Förbundet>>. La Unión de Cooperativas ha presentado batalla a los grupos industriales, obligándolos a abandonar sus posiciones de monopolio o a reducir los precios. Y también ha derrotado a la Unión de Comerciantes, que había intentado poner fuera de la ley al <<Kooperativa Förbundet>> y quería inducir a los Bancos a no financiar las cooperativas.
Las primeras grandes batallas tienen un nombre: fueron las batallas de los chanclos y de las bombillas, llevadas victoriosamente a término por el Napoleón de las cooperativas, Albin Johansson. Escandalizado por los enormes beneficios de una sociedad que tenía el monopolio de los chanclos de goma (con un capital de cuatro millones de coronas había producido durante quince años seguidos utilidades de un millón), Johansson hizo un llamamiento a los ciudadanos para la formación de un grupo de cooperativas que pudiese enfrentarse con el excesivo poder de los industriales.
El llamamiento cayó en terreno abonado, pues todos los suecos poseen al menos un par de chanclos, indispensables durante el largo invierno y el fangoso otoño. Con los capitales reunidos gracias a la inscripción en las cooperativas de centenares de miles de personas, Albin Johansson anunció que construiría una fábrica para la producción de chanclos. Aquel simple anuncio bastó para hacer bajar el precio de los chanclos de nueve a siete coronas. Un par de años más tarde, las tiendas de las cooperativas los vendían a tres coronas.
Siguió un ultimátum a un trust suizo, que disfrutaba de una posición de monopolio en Suecia para la venta de bombillas eléctricas. <<Bajad los precios o me pondré a fabricar bombillas>>, dijo Johansson. El ultimátum fue rechazado; y, pocos años después, las fábricas <<Luma>>, fundadas por las cooperativas. producían bombillas a costos bajísimos, obligando a los suizos a reducir los precios en un 65 por ciento. Luego vinieron las <<batallas>> de la margarina, del dentífrico, del jabón, del chocolate, todas ganadas por el Napoleón de las cooperativas, quien fundó también un Banco y una primera compañía de seguros. Después, al haber rechazado los semanarios la publicidad de sus productos, Johansson creó una revista ilustrada –Vi (Nosotros)-, que ahora tiene una tirada de seiscientos mil ejemplares.
Proporcionalmente al número de habitantes, nosotros deberíamos tener en Italia una revista que tirase, en este aspecto, casi cinco millones de ejemplares. La actividad del <<Kooperativa Föbundet>> está principalmente dedicada a la adquisición (o a la producción) y a la venta de comestibles, que se efectúa en las tiendas <<Konsum>>. A fin de año, los miembros de las cooperativas reciben una suma equivalente al cuatro por ciento del total del dinero gastado para las compras en los <<Konsum>>. No es un descuento, sino una especie de dividendo distribuido a los socios. Todos pueden ser socios del <<Kooperativa Förbundet>> con sólo comprar una acción. Y en la asamblea anual cada socio tiene derecho a un solo voto, independientemente del número de acciones que posea.
Con un volumen de negocios de veinte mil millones de pesetas al año, las cooperativas han obligado a los comerciantes bajar los precios. Pero también la Unión de Comerciantes reconoce ahora la utilidad de las cooperativas que, al aumentar la capacidad adquisitiva de los ciudadanos, han servido también los intereses de sus competidores. Y no tan sólo económicamente. Si el comunismo nunca ha arraigado en Suecia, es debido en gran parte a la lucha librada por la Unión de Cooperativas contra las posiciones monopolistas y las exageradas ganancias de algunas minorías, cuyos privilegios hubiesen podido justificar la lucha de clases. Además de obligar a los monopolios a la rendición, las cooperativas -que actualmente emplean al 4 por ciento de los trabajadores suecos- han hecho comprender a los industriales cuáles son sus deberes sociales.
Hoy, la Unión de Cooperativas ha renunciado totalmente a sus propósitos revolucionarios. Sus utilidades se invierten en financiar 4500 círculos de estudios o en producir cortometrajes, proyectados en todos los cines, en los cuales se enseña a los ciudadanos el mejor modo de utilizar los recursos económicos. Terminado el período de las grandes <<batallas>>, la Unión de Cooperativas acepta ahora acuerdos con grupos privados y explota fábricas que, a veces, pertenecen a sociedades creadas con la colaboración de los industriales. El <<Kooperativa Förbundet>> se está <<aburguesando>> lentamente. Su fundador, Albin Johansson, no quiso aceptar nunca unos honorarios superiores a las doscientas mil pesetas al año. Pero Harry Hjalmarson, que ha sucedido en el cargo a Johansson, gana un millón y medio de pesetas al año.
ENRICO ALTAVILLA: Suecia, infierno y paraíso. 1967.